ÁNGELES ESPINOSA - Islamabad - 24/05/2009
Sólo los criminales que se alían con los radicales islamistas han huido ante la llegada del Ejército.
"Los terroristas van a usar [a los civiles] como escudos humanos. Van a hacerles rehenes, por eso nos estamos moviendo con mucho cuidado", señaló el general Abbas. "La operación ha empezado y, si Dios quiere, vamos a llevarla hasta su lógico final". El portavoz militar estimó que en Mingora quedan entre 10.000 y 20.000 civiles, una fracción de los 360.000 habitantes que la ciudad tenía antes de los combates.
Quienes huyeron durante los levantamientos del toque de queda han declarado que los talibanes han minado la ciudad para impedir la salida de los residentes y utilizarlos de escudos humanos, una denuncia de la que a principios de semana se hizo eco Human Rights Watch. Esa organización de defensa de los derechos humanos también denunció que "el Ejército no parece tomar las precauciones necesarias en los bombardeos aéreos (...) que han provocado importantes pérdidas entre la población civil".
Las fuerzas de seguridad llevaban varios días preparándose para entrar en la ciudad, que aunque no es la capital del distrito constituye el principal centro comercial del valle. El centro administrativo, Saidu Sharif, situado en la orilla oriental del río Swat, se ha convertido en un barrio de Mingora. Su conquista es esencial para poder declarar el triunfo.
Este antiguo principado, que Pakistán se anexionó formalmente en 1969, albergaba la única estación de esquí del país. Era uno de los destinos favoritos de los recién casados. La comarca se convirtió en terreno vedado hace un par de años. De la mano de un fanático religioso local, el maulana Fazlullah, que hasta entonces operaba el remonte, los talibanes lograron hacerse con el control de las débiles instituciones del Estado mediante la intimidación.
Un primer intento del Ejército para recuperar el control, a finales de 2008, produjo una sangría. Aunque bien comunicado, el valle resulta fácil de defender. Desde sus atalayas, los talibanes repelían sin dificultad a los mal pertrechados miembros del Frontier Corps, la fuerza paramilitar sobre la que se descargó esa responsabilidad. Los uniformados optaron por firmar un alto el fuego en febrero y el Gobierno aceptó la petición de los insurgentes para que se implantara la sharía (ley islámica) en la región. Envalentonados, los barbudos empezaron a infiltrarse en los distritos vecinos de Buner y el Bajo Dir, provocando la intervención militar.
El Ejército también asegura haber limpiado de talibanes la localidad de Matta y haber avanzado en su bastión de Peochar. A pesar de esos progresos, el primer ministro, Yousuf Raza Gilani, rebajó las expectativas creadas por unas declaraciones del presidente, Asif Ali Zardari, sobre que la operación vaya a extenderse a Waziristán del Sur, la principal base de los talibanes paquistaníes. "No estamos tan locos como para abrir varios frentes", dijo.